miércoles, 6 de julio de 2016

TUCCIA, la Vestal del cedazo.-

« Fra l'altre la vestal vergine pia
che baldanzosamente corse al Tibro,
e per purgarsi d'ogni fama ria
portò del fiume al tempio acqua col cribro »
(Francesco Petrarca,”I Trionfi: Secondo Trionfo: Triumphus Pudicitie”)



TUCCIA
Oh, madre Vesta, protégeme. Muchas han sido las acusaciones que se han vertido sobre mi. Muchos y muy graves los cargos presentados. Si siempre he llevado las manos puras a tus servicios secretos, haz esto ahora, que con esta criba sea capaz de sacar agua del Tíber y llevarlo a su templo”.

Con estas palabras nos introduce Valerius Maximus en el curioso milagro del que, según la tradición, fue capaz la Vestal Tuccia para demostrar a los magistrados que no había cometido uno de los mayores pecados de los que se podía acusar a una de estas sacerdotisas, el incestum, o sea, haber perdido la virginidad, un pecado condenado con una pena severísima… Según nos cuenta Valerius Maximus, la vestal, para demostrar su inocencia, llevó agua desde el cercano Tiber hasta el templo de Vesta, situado en el centro del Foro Romano, con un cedazo sin que cayera una sola gota al suelo, demostrando, de esta forma, que la diosa Vesta estaba de su lado y que, por tanto, era inocente de las acusaciones.

Muchas veces se ha utilizado esta imagen literaria para hacer referencia a la pureza de alguna mujer en la literatura, como hemos visto arriba en uno de los Triunfos de Petrarca, incluso en la pintura, no son pocos los retratos de damas en los que aparece, de una u otra forma, el cedazo haciendo referencia a la prueba de pureza de Tuccia y, por tanto, a la igual pureza de la retratada…

Isabel I, retratada con el cedazo de Tuccia.

Pero, ¿quiénes eran estas Vestales?, ¿quiénes eran estas mujeres?, ¿cómo vivían?, ¿a qué se dedicaban?... vale, vamos a intentar aclarar un poco todo esto y, para ellos vamos a personalizar en Tuccia, ya que la conocemos, quizá resulte más fácil hacernos una idea si esa idea la convertimos en una persona con un nombre, comencemos:

Nuestra querida Tuccia era una sacerdotisa de la diosa del hogar, Vesta, una de las deidades más antiguas de Roma y, como todas sus compañeras, fue seleccionada a la edad de seis años por el Pontícife Máximo de entre las más hermosas de las hijas de entre las familias más reconocidas de la Ciudad. Se consagraban por entero al cuidado del fuego sagrado del hogar, el cual se encontraba en el centro de su templo, en pleno Foro Romano.

La leyenda de Tuccia

Tuccia, como el resto de las Vestales (En inicio eran solo dos, luego pasaron a ser cuatro y, finalmente, seis, aunque parece ser que, antes de que la orden fuera disuelta defintivamente por el emperador Teodosio en el 391 DC, llegaron a ser siete) era una auténtica excepción dentro de la religión romana, pues era, el culto a Vesta, el único servido únicamente por mujeres, es más, estaba prohibida la entrada al templo a cualquier hombre, a excepción del Pontifex Máximum y su función provenía de los tiempos de los antiguos pobladores, cuando a las muchachas jóvenes y solteras se les encargaba la tarea de vigilar el fuego sagrado, ya que no tenían familia ni tareas hogareñas que atender.


Casa de las Vestales. Foro Romano
Su importancia y bienestar eran considerados fundamentales para la continuidad y seguridad de Roma, por ello se les creo una Casa de las Vestales en el foro, para que pudiesen disfrutar de todas las comodidades y su importancia en la sociedad romana las hacía gozar de una serie de privilegios y honores en todos los actos públicos a los que tenían que asistir, en los que se les reservaban los mejores sitios.


Cuando Tuccia tenía que desplazarse, lo hacía en un carpentum (carromato cerrado de dos o cuatro ruedas)  precedida de un lictor que portaba fasces para infligir castigos corporales a los que no respetasen a cualquier vestal, honor que, en tiempos de la República, estaba reservado a los magistrados (los lictores portaban fasces solo con varas si el magistrado tenía derecho a castigo y varas y hacha, como en el caso de las Vestales, si tenían derecho a aplicar pena de muerte).

Carpetum
Gozaba, igualmente, de una serie de derechos entre los que se encontraba el derecho de preferencia de paso o el derecho a librar a un condenado a muerte, absolviéndolo de la pena, solo con cruzarse con él de forma casual (esto dio lugar a muchas “aberraciones” en la aplicación de este derecho, como podréis imaginar). Igualmente, era de las únicas mujeres romanas que disponía de un estatus similar al de los hombres romanos, pudiendo hacer testamento, aun viviendo sus padres, así como a disponer de sus bienes y sus herencias sin necesidad de tutor.


Las leyendas sobre la orden de las vestales nos dicen que las primeras vestales fueron elegidas por Eneas, héroe troyano considerado el padre de Roma y al que todos consideraban padre de los fundadores del Imperio (en realidad, parece que la orden fue creada por Numa Pompilio, segundo Rey de Roma). Vestal era igualmente Rhea Silvia, madre de Rómulo y Remo, la cual, obligada por su tío Amulio (el cual se había cargado a su hermano, el padre de Rhea, para quitarle el trono), asegurándose así de que no habría descendencia que pudiera arrebatarle el trono, el problema fue que Marte no opinaba lo mismo que Amulio y, raptó a Rhea y… bueno, quedó embarazada de los famosos gemelos, el resto de la leyenda supongo que la conocéis, no?, Amulio se entera de la cuestión y abandona a Rómulo y Remo en la orilla del Tiber, en fin…  

Pero, ¿cómo llegó nuestra pequeña Tuccia a convertirse en Vestal?, ya hemos dicho antes que las vestales eran seleccionadas, a la edad de seis años, de entre las más bellas hijas de las familias más nobles de Roma, de hecho, las familias pugnaban por que fueran sus hijas las seleccionadas para vestal ya que esto significaba un gran reconocimiento social para la familia. La elección se realizaba con una selección previa de las aspirantes, lo que reducía su número a cuatro, luego se introducía en una vasija unas tablillas con los nombres de las cuatro aspirantes y el Pontifex Maximum sacaba una con el nombre de la elegida (elección hecha por la diosa Vesta, naturalmente). A la elegida se la separaba de su familia, de hecho, el padre perdía sobre ella el derecho de Patria Potestad, que pasaba al Pontifice Máximo; luego era llevada al tempo donde se realizaba una ceremonia de admisión como Vestal. Esta ceremonia consistía en primero cortarle el pelo, luego la suspendían de un árbol (sin que tocase el suelo) como muestra de su ruptura con la familia y su independencia de la misma (no dicen por donde la colgaban ni cuánto tiempo estaba colgada), tras esto la vestían de Vestal, con un velo en la cabeza y le entregaban una lámpara encendida; después eran llevadas a la Casa de las Vestales, donde comenzaba su aprendizaje (aprendían a leer, los nombres de los dioses, como realizar los ritos, a comportarse en los actos público y, por su puesto, a mantener el fuego sagrado encendido) que duraba 10 años.


La vida de Tuccia como Vestal, durante los 30 años de servicio que las vestales se comprometían a cumplir (como ya hemos dicho, los 10 primeros años eran de aprendizaje, los siguientes 10 eran de servicio y los últimos 10 años eran como maestras de las jóvenes discípulas, tras los cuales, podían elegir marcharse del templo y hacer vida normal, aunque la mayoría optaban por quedarse), no fueron, como ya hemos visto al principio, todo lujo y privilegios; parafraseando aquella peli: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y Tuccia y sus vestales estaban sujetas a un sistema de castigos para las que incumplieran sus funciones realmente duros.

Fue Numa Pompilio el primero en dictar que debía hacerse cuando una Vestal rompiera sus votos, Pompilio establece que el crimen debía ser pagado con la lapidación. Pero un rey posterior, Tarquino, impondría un castigo tan cruel y severo que incluso haría temblar el sólo hecho de pensar recibirlo. Este constaba en que, si se encontraba a una vestal culpable de romper sus votos, el castigo procedería primeramente con el despojo de la vitta y demás insignias de prestigio y religiosidad de las vestimentas de la sacerdotisa. La vitta era una banda que rodeaba la cabeza, hecha de lana de color blanco o tintada en púrpura, que servía para confinar las trenzas (crinales vettae) que, en el caso de las vestales, identificaba su posición sagrada en la sociedad, de hecho la vitta no podía ser utilizada por libertiane  y, por su puesto, por meretrices, por lo que era visto como un pudoris insigne (señal de pudor). Posteriormente se la maniataba y la envolvían en un sudario como si fuera un cadáver. Una vez preparada se la colocaría en una litera con la cual se exhibiría en una procesión por el Foro, tal cual como si fuera un funeral normal. Pero lo macabro del castigo llegaría cuando al llegar al Campus Sceleratus el Pontifex Maximus levantaba sus brazos y, tras una secreta plegaria, se abría una lápida en el suelo enfrentaba a la Vestal a una escalera por la que se la obligaría a descender. La cripta estaba cerrada y tapada con tierra, con lo que, como os podéis imaginar, encontraría una muerte lenta y tortuosa enterrada viva; para prolongar este sufrimiento dejaban agua y unas hogazas de pan en la cripta. Entre otros métodos de castigo también se encontraba el de azotar a la mujer hasta provocarle la muerte, este castigo en particular era realizado en el Forum Boarium y era aplicado cuando la vestal olvidaba su labor fundamental de mantener el fuego sagrado encendido.

         Si bien los castigos eran brutales muy pocas veces fueron aplicados. En más de mil años sólo se conoce de 22 Vestales castigadas por romper sus votos. Se podría deducir que el terror de tal castigo era suficiente razón para no romperlos. Pero más allá de esto el motivo más fuerte era la excelente vida en la opulencia y la comodidad que éstas mujeres llevaban. Muy pocas se arriesgaron a perder los beneficios de ser una Vestal, aunque también se conoce el caso de la vestal Julia Aquila Severa, que levantó un gran revuelo en Roma al romper sus votos y casarse con el emperador Heliogábalo, como es lógico, dado que era la esposa del Emperador, no fue castigada, pero sí que vinculó su nombre a la infamia, que no es poco...


Pues ya conocéis quién era y a que se dedicaba nuestra querida Tuccia, os contaré que, efectivamente, fue acusada injustamente de violar el sacrosanto voto de castidad, con el consiguiente castigo que eso conllevaba y que el motivo de su acusación fue que se negó a cruzarse en el camino de un condenado a muerte que, para más señas, era hijo de una adinerada familia romana; ya sabéis que si una Vestal se cruzaba “casualmente” con un condenado a muerte, este quedaba, inmediatamente, perdonado de todo delito. Como es natural, esto daba para mucho y no era raro que las más poderosas y ricas familias de Roma “pagaran” al colegio Vestal para que, alguna de sus vírgenes salvaran la vida de alguno de sus miembros… Nuestra Tuccia no quiso “pasar por el aro” y su castigo fue una falsa acusación de incestum, de la que salió airosa gracias a la intervención de la diosa Vesta (esto último, el motivo de la acusación, me lo he inventado yo, no se sabe el por qué de la misma, pero me gustaría pensar que nuestra Tuccia fue una heroína en toda regla y que, como tal, recibió la ayuda de Vesta).


Otra Vestal de la que, tal vez, habréis oído hablar es Tarpeya, hija de Espurio Tarpeyo, gobernador de la ciudadela Capitolina, que traicionó a los romanos abriendo las puertas de las murallas a los sabinos. El motivo de la traición fue bastante vulgar, los sabinos le había prometido entregarle lo que “traían en sus brazos” si los ayudaba a tomar la ciudadela, lo que ella no imaginaba es que lo que los sabinos traían no eran joyas de oro, sino escudos y espadas y que, además, en premio, la arrojarían al vacío desde la roca que, desde entonces, lleva su nombre, la “rupes tarpeia” o Roca Tarpeya

domingo, 24 de enero de 2016

PUNTOS DE VISTA.-



       II.- "Un lugar alejado, aún estando aquí..." Alberto Rodriguez.- Romano de Galicia.


Mi rincón preferido de Roma es una isla y, además, muy hispánica: Plaza San Pietro in Montorio, con su iglesia, el Templete y la Academia de España.



Me gusta especialmente porque es una meta, un lugar que tienes que pretender, por el que suspirar cuando caminas en la parte baja o lo ves paseando junto al río, un lugar al que subir para un retiro, para una experiencia en la que estar más cerca del cielo, en donde Roma se pone de puntillas mirando con dos caras. Un lugar complejo donde puedes encontrar el vértice del Templete de Bramante, equilibrio único, un punto que es punta de diamante y de estrella; y al mismo tiempo, en esta plaza se dan cita un vía Crucis que sube por la larga escalera, la clara sobriedad de la iglesia que espera erguida mientras custodia memoria de santos y artista en su interior silencioso y oscuro; y la Academia, joven bañada por el sol naciente que entra en algunos despachos y alojamientos de artistas o sumergida en la primera sombra de la tarde.




Un lugar alejado, aún estando aquí, como de otra dimensión, un lugar para transfiguraciones lejos del bullicio de otras plazas, para experimentar la complejidad que contienen los recovecos de este cuerpo de ciudad y recoger sus ecos.


   No puedo por menos que estar totalmente de acuerdo con mi querido amigo Alberto. maestro y "enseñador" de una Ciudad que adora y por la que es adorado, no me cabe ninguna duda... Solo puedo deciros que debéis leer su blog "Lapso. Roma para perderse y encontrarse"  y si queréis vivir la experiencia que una ruta increible con él por Roma no debéis dejar de visitar su Guía En Roma
  Querido Alberto, no tengo palabras para agradecerte tu colaboración... Ci vediamo sempre... e presto.

jueves, 21 de enero de 2016

PUNTOS DE VISTA.


He pensado que sería buena idea que alguien, que no sea yo, os cuente como ve Roma, como la vio y la sintió, que le gustó, que le desagradó... En fin, su punto de vista, de forma que he pedido a unos cuantos amigos (con los que, desde este mismo momento, me considero en deuda) que os cuenten eso, sus impresiones, su visión de Roma. Espero que os guste y lo disfrutéis. 


  
      I.- “Helados, paseos y Fontana de Trevi”.- Lara Ibañez.- Asturias.

         "Roma es, sin lugar a dudas, una ciudad fascinante. Desde la primera vez que puse un pie en la cittá eterna ya sabía que querría volver y es que me atrapó con su magia desde el primer instante.
       Puedo decir que mi estancia allí fue estupenda y, en unas líneas, intentaré trasladar mis vivencias y opiniones, intentando no aburriros.
      Es fascinante, en primer término, porque Roma es arte… si os gusta la arquitectura, habéis elegido el lugar perfecto y si no, es un regalo a la vista contemplar tanta belleza.


           Yo siempre aconsejo huir de los estereotipos de pasta y pizza, es decir, Roma es mucho más que eso… realmente, Roma no es eso.
Sin duda tiene puntos fuertes, el arte, al que ya me he referido, su estupenda gastronomía, los famosos “gelati”, que los son por algo y es imprescindible tomarse unos cuantos… Giolitti es toda una institución en esto de los helados.
Una de las cosas que aconsejo a todos los que van es huir de los sitios para turistas, pagareis mucho por nada, asi que, si queréis disfrutar de una buena comida a un buen precio, existen Osterias y sitios donde disfrutaréis de una gran comida a un precio que no hará que vuestro bolsillo se resienta… recuerdo una focaccia que me tomé en un sitio apartado del centro que estaba estupenda….

Como recomendación de, digamos, seguridad, os aconsejo ir con los ojos muy abiertos, especialmente en los autobuses romanos, ya que, a la mínima, intentarán dejaros sin “soldi”… Este es, quizá, el punto más negativo de Roma, que, aunque también sucede en cualquier gran ciudad de Europa, yo lo vi allí bastante acusado.
Mi lugar favorito es, sin duda la Fontana de Trevi. Nada mejor que comprarse un “gelato” y sentarse allí, mezclándose con los romanos con los que, fácilmente, entablarás conversación. La Fontana es bonita a cualquier hora del día, peor no debéis dejar de visitarla al atardecer y, sobre todo, de noche. Es una preciosidad difícil de olvidar y, por cierto, no olvidéis el ritual de las monedas por encima del hombro, tres monedas con la mano derecha por encima del hombro izquierdo a la fuente.

            Finalmente, ya que podría estar hablando días de Roma, os aconsejo alojaron en un sitio céntrico y patearos la ciudad, simplemente dejaros llevar y no os obsesionéis por ver y ver…, eso lleva mucho tiempo. Lo importante es disfrutar y no ir en plan maratón. Saborear un capuccino o tomarse un aperitivo es un placer. Callejear…, en cada rincón hay algo que ver. Solo os deseo que disfrutéis de Roma tanto como yo."



            Cierto Lara, cierto, lo mejor siempre descubrir, andar, vagar y si a esto se le puede añadir un par de "capucci" y unos cuantos helados (yo para esto no tengo fin),  mejor que mejor... Muchas gracias amiga por tus palabras y por tus impresiones... Ya mismo será hora de volver, no crees?