jueves, 6 de agosto de 2015

SEGUNDA ESTROFA. Parte 3.

"IL BALCONE DI VANNOZA." 


     

            Es importante hacerse una idea del tiempo que va a hacer durante un viaje, sobre todo cuando tienes proyectado andar mucho, en mi caso, había visto una previsión de toda la semana y, aunque ya se sabe que la meteorología no es una ciencia exacta, las probabilidades de lluvia eran nulas, incluso, existían posibilidades de que todos los días fueran soleados, eso si, la temperatura... un máximo de 15 º y un mínimo de 2º, pero yo con que no llueva me conformo.
            Esa mañana había amanecido con un sol tímido y un frío de narices, así que, lo primero de todo, un espresso doppio  en alguna cafetería y “pa'lante, como la gente de Alicante”.
            Del tema del café no voy a decir mucho, ya, en otra entrada, dí las pautas y aclaré todo lo relacionado con los cafés en Roma y en Italia en general, desde como pedirlos adecuadamente hasta los miles de tipos que hay, así que este tema está ya sabido, con decir un expresso doppio creo que ya es suficiente, lo que si he aprendido esta vez es la experiencia extraña y deliciosa que resulta de mezclar el expreso y un vasito de Acqua frissante, esto es, te bebes el cafelito y pides un  vasito de agua con gas... no se, nunca me ha gustado el agua con gas, pero, como se suele decir “En Roma, como los Romanos” y yo había visto que mucha gente lo hacía, así que me lancé a probarlo y, sinceramente, me gustó mucho la mezcla amarga del café con la sensación gaseosa del agua, a veces pienso que si vendieran un refresco gaseoso con sabor a café triunfarían, o lo que es lo mismo, café con gas... que cosas se me ocurren, seguro que es una guarrería... pero, ¿a que muchos de nosotros querríamos tener un ambientador en casa o en el coche con olor a café recién hecho?, ¿a que si?

            Como ya he dicho más de una vez, para mi los transportes públicos no existen, la mejor forma de descubrir una ciudad es, sin lugar a dudas, andarla y Roma no es, en absoluto, una excepción. Siempre me ha gustado el ambiente de tranquilidad que se respira en la Cittá a primera hora de la mañana, antes de que las hordas de turistas lo invadan todo y pocas visiones hay más ideales que el Coliseo, el arco de Constantino y la Via de Verbiti en total soledad, ni tan siquiera esas imitaciones de centuriones que revolotean por el exterior de los Foros y del Coliseo intentando (y, a veces, consiguiendo) que algún turista incauto se haga una foto con ellos en unas posturas que, realmente, tienen muy poca gracia y a unos precios..., creo que ronda un mínimo de 5 Euritos la foto, no se realmente, nunca se me ha ocurrido hacer esto de la foto.

            Rutas nuevas, como digo, así que, dada la cercanía del apartamento a la iglesia de San Pietro In Vincoli, decidí investigar un poco el famoso pasaje del “Balcone di Vannozza” que se encuentra, justamente, entre Via Cavour y la  Piazza di San Francesco di Paola, es un pequeño pasaje cubierto con una bóveda de cañón, con unas escaleritas, el Vicolo Scellerato o Salita dei Borgia. ¿Por qué ese nombre y quien era la tal Vannozza?, pues veréis, os cuento uno de los “chismes” de la Roma del renacimiento.

           Comienza hace mucho tiempo la triste fama de "callejón cruel" (Vicolo Scellerato), o vicus sceleratus, donde en 535 ac la ambiciosa Tulia Maior mató a su marido y padre Servio Tulio (sexto rey de Roma) con el fin de conquistar el trono junto a su cuñado y futuro marido, al que todos conocemos con el nombre de Tarquinio el Soberbio, precisamente, el séptimo rey de la ciudad. Al ver a su padre moribundo, la hija cruel no dudó en aplastar violentamente el cuerpo varias veces con su carro para asegurarse de su final, hecho que despertó, en la época, una gran indignación entre la gente, que aplicó a la callejuela este triste apodo.
Pero, ¿quién era esa tal Vannozza y por qué vivía allí?, bien Vannozza Cattanei (o Giovanna Cattanei, que era su verdadero nombre), fue una de las principales (cuidadín, que digo principal, no única) amantes del Papa Alejandro VI… vale, fue amante de un Papa, un tal Alejandro VI, hasta aquí, teniendo en cuenta que estamos hablando de 1400 y pico, pues normal, más o menos… Alejandro VI, que es más conocido como Rodrigo Borgia (o lo que es lo mismo, el Papa Borgia), tuvo y reconoció CUATRO HIJOS con esta mujer: Juan, Cesar, Lucrecia y Jofré… ahora bien, es cierto que esto pasó cuando solo era Cardenal, pero dio lugar a la archiconocida “Familia Borgia”. El problema vino cuando Rodrigo fue proclamado Papa (bueno, lo de fue proclamado es más una alegoría que otra cosa, pero dejémoslo así, por ahora).

Vannoza, nacida en Mantua, allá por 1442, estuvo casada cuatro veces antes de convertirse en la amante de Rodrigo, incluso hay quien dice que estuvo “liada” con el Cardenal Giuliano della Rovere (no se si os suena, un tal Julio II, muy amigo de un tal Miguel Angel y que le encargó que le diera unas manitas de pintura al techo de una capillita que tenía un poco estropeada). El caso es que, cuando Rodrigo fue proclamado Papa, decidió dejar un poco de lado a Vannozza, pero, dado que era la madre de sus cuatro hijos, decidió acomodarla y mantenerla en un pequeño palacio, cuyo balcón, por cierto (justo el que se ve encima de las escaleras, en el acceso desde Via Cavour), dicen que fue proyectado y dibujado por el mismísimo Raffaello Sanzio por encargo de Rodrigo Borgia (esto es otra leyenda, las fechas no coinciden, cuando el de Urbino llegó a Roma hacía ya cinco años que Alejandro VI había muerto, pero…).
 Otra leyenda cuenta que, Lord Byron, durante sus paseos nocturnos por Roma, pasaba largas horas contemplando este balcón y esperando que a él asomara la bellísima Lucrecia Borgia, de la que, según dicen, guardaba un mechón de cabello (a saber…).


 Y que pasó con el Cardenal Rodrigo Borgia cuando fue coronado Papa?, se reformó en sus “entretenimientos carnales” una vez que dejó a Vannozza?, pues más bien no… lo que hizo, simplemente, fue cambiar a una por otra, cambio a nuestra pobre Giovanna Cattanei por otra gran conocida de la historia, ni más ni menos que por Julia Farnesio, de la familia Orsini… Giovanna “Vannozza”, vivió una vida tranquila y, a su muerte en 1518, dejó todos sus bienes a la iglesia, siendo enterrada en Santa Maria del Popolo (aunque los lansquenetes, durante el “Sacco di Roma” se encargaron de destrozar la capilla y solo queda la lápida sepulcral que fue fijada en la Iglesia de San Marcos, frente al Campidoglio…

Nos quedaremos con esto, la leyenda, que es como se contruyó Roma, el romanticismo, los chismes y los “dimes y diretes”, nos quedaremos con esto, verdad?. Porque si no, tendríamos que decir que, en realidad, el edificio jamás perteneció a los Borgia, en realidad, pernecía a los Margani, que en 1512 fueron anfitriones durante unos días, de Julio II y que, más tarde, la propiedad pasó a ser de los Cesarini y que, a mitad del siglo XVII, pasó a los Orsini, que compraron el palacio por unas tres mil coronas. En 1622 fue vendido al monje calabrés Pizzallo que lo donó los Frailes Menores Franciscanos que lo convirtieron en un convento y erigieron la iglesia dedicada a San Francisco de Paula… Ea!, será que esto queda mejor, no?, pues eso…

martes, 4 de agosto de 2015

SEGUNDA ESTROFA. Parte 2.

         

         En este viaje no tenía previsto nada especial, bueno, exceptuando la Domus Aurea, de la que tenía entrada reservada, pero, digamos, que no era ese el motivo principal, era solo un aliciente más para volver. No tenía nada previsto en particular, de hecho, en este viaje no he pasado por San Pedro, no he ido a Castell Sant'Angelo y, casi ni vi la Fontana de Trevi, es más, hasta el segundo día, ni tan siquiera pisé el centro de la Ciudad...

            Pretendía vagar un poco por otras zonas quizá menos transitadas de turistas y, no por ello, menos interesantes, aunque, al final, descubrí que hay muy pocas zonas que los turistas no tengan en su punto de mira, la pena es que, la mayoría de las veces, pasan por los sitios sin apenas fijarse en lo que tienen a la vista, van con el ojo puesto en la meta y no disfrutan del camino que les lleva hasta esa meta. En mi caso, me fijé para los primeros días, una meta, ir de tal a tal lado fijándome en el camino que seguía.


            Como es natural, tenía un pequeño plan prefijado de cual iba a ser ese “de tal a tal lado”, un esbozo de lo que quería visitar, pero, como ya he dicho, me interesaba más como y por dónde llegar a la meta que llegar en sí, total, tenía todo el tiempo que quisiera para hacerlo.

                Como dice el gran José Antonio Rios Gonzalez en su libro (el cual recomiendo a cualquier amante de Roma) "Roma, andar y ver.": "Andar... Pasear sin prisas... Callejear empapándose de la ciudad... Detenerse en una plaza, sentarse ante un cuadro, olvidarse en ese momento de que existe el resto. No se puede pretender hacerse con Roma de una sola vez. Es inútil. Y no por sus excesivas distancias, sino por su absoluta abundancia".

            Así comenzó o, mejor dicho, continuó, esta odisea. Como siempre en un aeropuerto, esperando un embarque y deseando llegar.

            Contaba con que en Roma amanece una hora antes que en España y anochece una hora antes, lógicamente, de forma que ya sabía que, cuando el avión arribara al aeropuerto, a eso de las 18,30 o 19,00 horas de la tarde, sería noche cerrada ya... no me gusta llegar a un sitio de noche, a ningún sitio... no es solo por una cuestión de seguridad, mi propia seguridad, es más bien por un pequeño defecto que tengo en la vista desde siempre, consistente en que no veo nada bien en las horas nocturnas, me deslumbran todas las luces y eso me crea una inseguridad extra. No obstante, esta vez, contaba con esto, dado que el avión partía del aeropuerto de Málaga a las 15,30 horas y la llegada a Fiumicino, como ya he dicho, estaba prevista para las 18,30 horas. Después había que coger el tren hasta Termini (31 minutos exactos, esto si que fue una agradable sorpresa para mi) y, una vez en Roma Ciudad, tenía que encontrar el apartamento, cosa bastante fácil, dado que, como en cada uno de mis viajes (algo que aconsejo siempre a todo el mundo que viaja a cualquier parte), ya había hecho un recorrido “virtual” desde la estación a Via Baccina, que es donde se encontraba. Fácil, bajar por Via Cavour, al llegar a Santa Maria Maggiore, torcer a la derecha y continuar por Via Panisperna hasta Via dei Serpenti y, justo en frente de Piazza della Madonna dei  Monti está Baccina (me suena mucho esta calle... y no caigo...).


            Lo que yo no imaginaba es la vida nocturna que tiene Monti. Cuando llegé a la Piazza della Madonna, tenía que esperar un ratito a que me vinieran a dar las llaves del apartamento, me sorprendió ver la cantidad de gente joven que había por los bares de Panisperna y de la propia Piazza, siempre había pensado que la “marcha” estaba o bien en Trastevere o bien en Testacio, parece que me equivoqué... Luego me comentó mi amigo Alberto que este ha sido siempre un sitio al que acude mucha gente a cenar y tomar alguna copa que otra, pero que últimamente, se está poniendo de moda...

            Hay algo, un “sucedido”, que  me vino fastidiando durante toda la estancia, dado el lugar donde se encontraba el apartamento y por el que, como es normal, salía a cenar cada noche. La primera vez que llegué me llamó mucho la atención la cantidad de tráfico que congestionaba la Via dei Serpenti, pero, dado que Roma es un caos de tráfico en sí misma, no me sorprendió excesivamente, al preguntarle al amable empleado de la empresa que me había alquilado el apartamento (digo amable sin ningún tipo de “retintín”, que era amable el hombre, un poco estresado, pero amable), me comentó que no era normal este atasco y que era probable que se debiera a “il film americano...”. Me encanta como dicen los romanos “americano”... siempre que lo oigo me acuerdo de la peli de Sordi “Un americano a Roma”... es un “americano” arrastrado, casi con “g” en lugar de con “c”, me encanta... Bueno, pues el “film amerigano” en concreto no era otro que la última aventura del incombustible James Bond, que al hombre no se le ha ocurrido otra cosa que tomar como telón de fondo para sus correrías a la propia Roma,  y durante toda mi estancia, concretamente en Monti. Ya había estado por el Tiber, por el Trastevere y por el Coliseo , por cierto, dicen que los famosos “sampietrinis” causaron estragos en la suspensión del famosísimo Aston Martin que, como buen inglés, no estaba preparado para los rigores mediterraneos y, específicamente, romanos en cuanto a calzadas... estos bárbaros, hijos de la pérfida Albión, nunca han sabido disfrutar de los beneficios de la civilización, ya desde los tiempos del Divino Julio dieron muestras de clara disconformidad...

            En fin, que, como ya he dicho, mientras esperaba al empleado de la empresa, decidí sentarme y relajarme un momento del estrés de la llegada con una buena Nastro Azzurra, así que, me senté en una terraza de la Piazza, concretamente (lo digo para información de todos) en un sitio llamado La Bottega del Caffè, un sitio bastante concurrido y muy interesante en la misma Piazza della Madonna dei Monti, un poco caro, quizá (me cobraron seis euros por una cerveza), pero casi cené con la tapa que pusieron (si, tapa), de forma que, estrenando mis nuevos y mejorados conocimientos de italiano, me dirigí al camarero y, aparentando la normalidad del que lo hace habitualmente, le planté un “scusi, vorrei una birra, per cortesia...”, el tipo que debió de verme venir (no se como lo hacen, quiero pensar que fue mi acento), me preguntó en un español muy  correcto “¿italiana o de importación?”..., mi gozo en un pozo, jamás podré conseguir pasar por un romanito más, no hay forma..., así que, con toda la naturalidad que mi dañado ego me permitía, le contesté “no, una Nastro mismo”, a hacer puñetas mi confianza en mis nuevas dotes lingüisticas... No obstante, como más adelante tendría oportunidad de ver, mi conocimiento del italiano ha mejorado considerablemente desde mi última visita, he de reconocer que gracias a mi empeño diario y a la paciencia que mi querida Profesoressa Benedetta pone en mi instrucción.



            La mejor forma de empezar bien un día es empezarlo pronto, así que, dado que eran ya las 9,30 de la noche y, para que engañarnos, hacía un frio en la calle bastante considerable, decidí dar por terminada la jornada y, como el apartamento tenía wifi, dediqué unos minutos a mandar toda suerte de mensajes de whatsapp a la familia comunicando mi llegada sin percances, tras lo cual, como marca la norma, el sitio/apartamento requería la normal ronda de investigación... vamos, quién al llegar a un hotel o un apartamento alquilado no ha dado una de estas vueltas para ver que hay y que se ve desde las ventanas y, dado nuestro carácter de españoles, poniendo pegas a esto o a lo otro: “Pues en las fotos salía mejor...”, en mi caso las pegas fueron escasas y la mayoría se centraban en que era un tercer piso, de los antiguos y sin ascensor, lo que hacía que cada “ascenso” al apartamento fuera como hacer cumbre en el Anapurna, por lo demás, estaba más que aceptable el sitio. Después de curiosear un ratito en la televisión italiana (que gracia nos hace a todos ver los anuncios de la tele, los que vemos a diario en castellano, en otro idioma, eh?), preparé la mochila de la cámara y las cosas para el día siguiente y me fui a dormir. Digo “fui” por poner un verbo que exprese algo de movimiento, porque la verdad es que me “caí” dormido. Primer día finiquitado, toma de contacto adecuada y preparado para comenzar temprano. Buonanotte Roma, sono già qui.

martes, 28 de julio de 2015

EL PANTEON




        En el barrio de la Pigna (Rione della Pignia) se encuentra uno de los monumentos mejor conservados de la Roma clásica. Con casi 1.880 años de antigüedad, se ha dicho de él que es un “«Diseño angélico y no humano». (Miguel Ángel) o que es “«El más bello recuerdo de la antigüedad romana. Este templo ha sufrido tan poco, que aparenta estar igual que en la época de los romanos.» (Stendhal). Construido, inicialmente, entre el 27 y el 25 antes de Cristo, ha sufrido incendios, reconstrucciones y saqueos durante siglos, ha sido templo, lugar de reunión, establo, iglesia, tumba ceremonial y sede de la Academia de los Virtuosos de Roma…
            Lo cierto es que La Rotonda, como es comúnmente conocido, sigue siendo un enigma para historiadores y arqueólogos, dado que, obviando su nombre, se desconoce totalmente cual era su función real y continúa asombrando su técnica constructiva, sirviendo de inspiración a multitud de arquitectos: Brunelleschi lo estudió para la construcción de la cúpula del Duomo de Florencia, Bramante y Miguel Ángel lo recrearon en obras como el Templete de San Pietro in Montorio o "Il Cupolone" de la Basílica de San Pedro, incluso, durante el neoclasicismo italiano, Antonio Canova proyectó un templo en Possagno, su ciudad natal, basándose en este diseño.
            Su influencia se deja notar en Inglaterra y América del Norte, sobre todo gracias a Andrea Palladio, que fue muy imitado hasta el siglo XIX. Muchas salas cívicas, universidades y bibliotecas reutilizan la forma de cúpula con pórtico: la iglesia del cementerio monumental de Staglieno, la Iglesia de San Francisco de Paula en Nápoles, la villa Capra de Vicenza, la rotonda de Thomas Jefferson de la Universidad de Virginia, la biblioteca de la Universidad de Columbia, el edificio principal de la National Gallery de Washington o la Biblioteca del Estado de Victoria en Melbourne.
            Su cúpula mantuvo el récord mundial de extensión en hormigón hasta la construcción del edificio CNIT en Paris en 1958.

            Por su puesto, me estoy refiriendo, como supongo que muchos habréis adivinado ya al PANTEON DE AGRIPA

    
        Aunque el edificio que vemos hoy en día, fue erigido por el emperador Adriano entre 118 y el 125 d.C., este no es más que el tercer panteón construido en el mismo lugar; el primero, el edificado por Marco Agripa entre 27 y 25 a.C, como ya dije antes, fue destruido por un incendio en el 80 d.C. El siguiente fue construido por Domiciano y fue alcanzado por un rallo en el 110 d.C, y, nuevamente, ardió. Adriano, en su reconstrucción lo dedicó a su constructor original (no era muy dado Adriano a dedicarse edificios, al contrario que sus predecesores), lo que explica la inscripción del frontis: “M. AGRIPPA L. F CONS TERTIUM FECIT” (Marco Agripa, hijo de Lucio, lo hizo en su tercer consulado). Por cierto, que la denominación de Panteón no era la oficial del edificio, la intención de Marco Vipsanio Agrippa (amigo, general y yerno del emperador Augusto) era la de crear un culto dinástico, probablemente dedicado a los protectores de la gens Julia: Marte, Venus y el Divus Iulius, es decir, Julio César divinizado.

            La estructura del edificio comprende dos partes bien diferenciadas, por un lado el porche frontal y por otro el tambor circular, las cuales comparten un mismo plinto muy bajo (1,3 m o, lo que es lo mismo 4,5 pies romanos), pero, arquitectónicamente, se hallan en fuerte contraste… Veréis, el porche pertenece, claramente, a la tradición clásica de entradas monumentales, con su frontón apoyado en columnas corintias, fustes monolíticos de granito egipcio, basas y capiteles de mármol blanco y el exterior cubierto, en su tiempo, de mármol blanco. Por otra parte, la rotonda (o sea, el tambor adosado), aunque estuvo cubierto de estuco blanco que le hacía parecer un edificio de mármol en su exterior, procede del mundo tipicamente romano de termas y palacios de hormigón.


            En su origen, el contraste no era tan claro como lo es actualmente, ya que el porche de columnas era el extremo de un gran patio de columnas que, teóricamente, se extendía más allá de la actual plaza, quizá incluso más allá de Piazza della Maddalena, con amplias vistas hacia el norte, a través del Campo de Marte, hasta el Mausoleo de Augusto. No obstante, gran parte de la rotonda no era visible, dado que estaba bordeada por la Saepta Julia al este (de la que queda un muro de piedra con nichos rectangulares que se extiende a lo largo de la Via di Minerva) y por la Basílica de Neptuno por detrás, que, por cierto, era la entrada original al Panteón (Via della Palombella).


            A pesar de todo, la conexión entre el porche y la rotonda es bastante torpe, desde el lateral podéis ver como, entre ambas, se levanta una especie de bloque de transición, con un segundo frontón, cuya esquina exterior queda a la altura de una de las bandas que recorren el exterior del muro de la rotonda, en tanto que el frontón delantero no coincide con nada, eso es debido a que, al parecer, el diseño original planteaba un frontón tan ancho y profundo como el actual, pero con columnas de más altura en lugar de las actuales. ¿Qué obligó al cambio?, bueno, pues, probablemente, que traer columnas de 19 metros (60 pies romanos) de altura desde Egipto puede resultaba bastante complicado (naufragios, daños en el transporte…), columnas que, por cierto, fueron traídas de una sola pieza, no como era habitual, partidas en varios trozos, en un barco construido al efecto para ello.



            Para imaginar el porche que hoy vemos, hay que hacer uso de nuestra imaginación, dado que le falta casi la totalidad de los elementos decorativos que, en aquel tiempo, tenía, como, por ejemplo, el frontón, actualmente vacío, debió de estar cubierto de aplicaciones de bronce dorado, que, según la pauta de perforaciones en el mismo, sugieren que debió de ser un águila con las alas extendidas y una corona de laurel (atributos de Júpiter Imperial). Las ocho columnas del frente y las dos de los lados eran de granito gris, mientras que las cuatro del centro eran de granito rosa de Asuán (las que hay actualmente pertenecen a una restauración del siglo XVII).


            Las vigas del techo del porche se suponen que eran de bronce macizo, pero, en 1626, el papa Urbano VIII Barberini, aprovechó la oportunidad para quitar todo el bronce y poner el entramado en madera que hoy vemos, lo que dio lugar a un famoso dicho: “Quod non fecerunt barbari, facerunt Barberini”, o lo que es lo mismo “lo que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini”. Total, que el papa Urbano VIII se apoderó de unas doscientas toneladas de bronce que utilizó para fundir ochenta cañones para el Castell Sant’Angelo y, lo que sobró, se lo dió a Bernini para construir el Baldaquino de San Pedro.

            La rotonda tiene un diámetro interior de 43,20 metros, que es igual a la altura desde el suelo a la linterna circular del techo (óculo), las medidas de la planta circular son tales que si la cúpula siguiera su línea circular hasta completar una esfera, esta cabría exactamente dentro del templo y tendríamos representado el globo celeste reposando en el suelo, por lo tanto la altura del espacio interior de la cúpula también es de 43,20 metros. Al entrar en la nave se tiene la sensación de estar en un espacio esférico, como si se entrara dentro de una bola. El óculo, con un diámetro de 8,8 metros, está abierto al cielo, lo que permite la entrada de la luz, la lluvia, incluso de los pájaros y conserva el friso decorativo de bronce laminado de su borde interior (el exterior de la cúpula estaba, en su día, cubierto de grandes tejas de bronce laminado que fueron retiradas por el emperador Constancio II). La parte interior de la cúpula, con sus cinco anillos de veintiocho casetones que disminuyen de tamaño conforme se acercan al óculo, es posible que también estuvieran revestidos de bronce, dado que no hay restos de pintura en ellos, pero el hormigón está salpicado de orificios de sujeciones.




            A pesar de su excepcional estructura, se desconoce que función cumplía el Panteón. Debido a su nombre, su forma y la decoración del porche, se ha creído que se trataba de un templo, bien un “templo de todos los dioses” (aunque este culto no se ha encontrado en Roma) o bien algún tipo de culto a un gobernante. La ciudad de Roma, al contrario que el resto del imperio, nunca vio bien la idea de adorar a los emperadores como dioses mientras vivían, pero es posible que el Panteón ofreciera un sitio en el que el emperador vivo pudiera aparecer en compañía de los dioses, incluidos sus propios predecesores divinizados. Del primer Panteón se ha dicho que Agripa lo construyó para honrar a Augusto, poniendo su nombre al edificio y colocando en él su estatua, pero Augusto rechazó el honor y una estatua de su divinizado “padre” Julio César, ocupó su lugar. En el porche se situaron estatuas de Augusto y de Agripa, así como otras dos estatuas de Marte y Venus, que esta última famosa por sus pendientes, hechos al cortar en dos la perla que Cleopatra no se comió cuando apostó con Marco Antonio que era capaz de gastar 10 millones de sestercios en una comida (esto son leyendas, naturalmente).

            Igualmente, existe una leyenda sobre la construcción de la cúpula, según se dice, para construir la cúpula se rellenó el interior de arena que servía de apoyo a la misma, pero, claro, luego, una vez terminada la cúpula, había que retirar toda la arena y, como se hizo, pues se corrió la voz por Roma de que, entre la arena, se había escondido gran cantidad de monedas de oro y que solo había que escarbar para encontrarlas. Como es natural, una multitud de romanos acudió a escarbar entre la arena y a retirarla para intentar encontrar el famoso tesoro escondido… Monedas parece ser que no se encontró ninguna, pero la arena fue retirada en su totalidad, dejando la cúpula limpia y al aire… Como ya he dicho antes, esto es solo una leyenda.




            A partir del Renacimiento el panteón es utilizado como sede de la Academia de los Virtuosos de Roma (hoy Insigne Academia Pontificia de Bellas Artes y Letras de los Virtuosos del Panteón), sirviendo de sepulcro a grandes artistas italianos como Rafael (entrando, en el lateral de la izquierda) o Vignola. En el siglo XVII se añadieron a los lados del frontón dos campanarios, obra de Bernini, bautizados popularmente como “orejas de asno”, y eliminados en 1893.

            El rey Víctor Manuel II, su hijo Humberto I y la esposa  de este último, Margarita, reposan en una de las capillas del Panteón. Estas tumbas son mantenidas por voluntarios de organizaciones monárquicas. Existen continuas polémicas acerca de si deberían trasladarse los restos, debido al comportamiento de la Casa de Saboya en el curso de las dos guerras mundiales. Es probable que, si os acercáis, descubráis a una serie de personas (normalmente dos), vestidas con traje de chaqueta y un brazalete con el escudo de la casa de Saboya, que “montan guardia” delante de las tumbas, bien estos son miembros de El Instituto Nacional de la Guardia de Honor de las Tumbas Reales del Panteón (INGORTP), es una es una asociación benéfica y sin ánimo de lucro, fundada en 1878 para proveer de atención a las tumbas de los Reyes de Italia en el Panteón de Roma y mantener viva la memoria de la Casa Savoya, el Risorgimento, y las tradiciones militares nacionales italianas.

            Yo, y permitidme que sea un poco fantasioso, siempre he pensado que el Panteón era una especie de oráculo relacionado con el culto al sol, es decir, dependiendo de que día del año y en que casetón (que, por supuesto, estaban “forrados” cada uno de ellos con imágenes representativas de bronce) de la cúpula diera el rayo de sol, significaría una cosa u otra, pero eso solo pertenece a mi imaginación, aunque, teniendo en cuenta que no se sabe con exactitud cual era su función… quien sabe, no?


            Respecto a la plaza que se encuentra delante, la Piazza della Rotonda, que deciros, es un espectáculo a cualquier hora del día, pero más si cabe, de noche, en que los músicos ambulantes dan sus conciertos bajo la luz de las farolas de la plaza… He de confesaros que, una de las últimas veces que estuve (en el 2011), me quedé de piedra cuando, al llegar a la plaza, escuché unos punteos de guitarra, eran dos músicos que, acompañados de sus guitarras eléctricas y dos pequeños amplificadores, estaban tocando “Wish you were here” de Pink Floyd extraordinariamente bien, no pude por menos que sentarme en los escalones de entrada al Panteón y disfrutar de aquel momento… Uno de mis temas favoritos en uno de mis lugares favoritos… Fue una experiencia increíble e inolvidable.


            Por cierto, que justo al lado, en la Via dei Pastini, podréis disfrutar del que, para mi, es el mejor café de Roma Tazza D’Oro, un lugar genial en el que, no solo podréis disfrutar de un café, sino que, también, podréis comprarlo, ya que también tienen tienda y lo venden al peso… bueno, además de tazas, cafeteras y demás menaje relacionado con el tema. Aquí si que soy inflexible, ¡HAY QUE IR A TAZZA D’ORO A TOMARSE, AL MENOS, UN CAFÉ!

sábado, 28 de marzo de 2015

SEGUNDA ESTROFA DE UNA CANCION ETERNA.-

       


 ¿POR QUÉ ROMA?.-

            Hace poco más de una semana que he vuelto de Roma y ya la echo de menos... Mucha gente me pregunta a menudo: “¿Por qué Roma?, por qué no otro sitio?, por qué siempre Roma?”... la primera respuesta que me viene a la cabeza es clara: “¿Por qué no?”, pero como mi parte de gallego no está bastante desarrollada, aunque existente, no está en mi estilo dar como respuesta una nueva pregunta... ¿Por qué Roma?, para contestar a esta pregunta me tendría que remontar a mi primer encuentro con la Cittá, la primera vez que pisé suelo romano, pero eso sería una explicación demasiado larga y, como es bien sabido, hoy en día se esperan respuestas en plan “pq m gst mxo”, de forma que derivo siempre a la misma idea, “porque no la conozco”... y es verdad, después de más de diez años encontrándome casi cada año bajando de un tren en Termini, aún siento que  solo he rascado la superficie, que no he conseguido profundizar en el carácter íntimo de la ciudad y, probablemente nunca lo haga, quizá para esto haga falta quedarse, convivir con Ella el tiempo suficiente, no sé, un par de vidas creo que sería lo ideal...

            Es cierto, no conozco Roma, que no es lo mismo que saber andar por Ella. El hecho de no perderse se debe, fundamentalmente, a un buen sistema de orientación interno y, bueno, luego, con el tiempo, se llega a conocer lo básico, una ínfima parte de su “personalidad”, un poco de su teoría y algo de su práctica... Quizá, si lo pienso bien, en mi fuero interno, me niego a conocer todos y cada uno de sus secretos, o al menos, gran parte. Me gusta que me sorprenda en cada visita con algo nuevo, que me enseñe algún pequeño secreto que desconocía, incluso que me dé un nuevo punto de vista de algo que pensaba que conocía.

            Romas, creo que ya lo he dicho en alguna ocasión, hay muchas, tantas como visitantes la cumplimentan, tantas como ojos la observan. Yo tengo la mía, mi Roma personal, “la mia Cittá”, mi forma particular de verla y esto es lo que me hace volver casi cada año... Es como esa adivinanza que crees que estás apunto de entender, pero que, al final, se te escapa y lo sigues intentando con la ilusión de la primera vez... Roma es mi adivinanza, mi puzle, mi lugar de recreo...

            En este viaje no tenía previsto nada especial, bueno, exceptuando la Domus Aurea, de la que tenía entrada reservada, pero, digamos, que no era ese el motivo principal, era solo un aliciente más para volver. No tenía nada previsto en particular, de hecho, en este viaje no he pasado por San Pedro, no he ido a Castell Sant'Angelo y, casi ni vi la Fontana de Trevi, es más, hasta el segundo día, ni tan siquiera pisé el centro de la Ciudad...

            Pretendía vagar un poco por otras zonas quizá menos transitadas de turistas y, no por ello, menos interesantes, aunque, al final, descubrí que hay muy pocas zonas que los turistas no tengan en su punto de mira, la pena es que, la mayoría de las veces, pasan por los sitios sin apenas fijarse en lo que tienen al rededor, van con el ojo puesto en la meta y no disfrutan del camino que les lleva hasta esa meta. En mi caso, me fijé para los primeros días, una meta, ir de tal a tal lado fijándome en el camino que seguía.

            Como es natural, tenía un pequeño plan prefijado de cuál iba a ser ese “de tal a tal lado”, un esbozo de lo que quería visitar, pero, como ya he dicho, me interesaba más cómo y por donde llegar a la meta que llegar en sí, total, tenía todo el tiempo que quisiera para hacerlo.

            Así comenzó o, mejor dicho, continuó, esta odisea. Como siempre en un aeropuerto, esperando un embarque y deseando llegar.